ANTERIOR País SIGUIENTE

Las entradas están ordenadas cronológicamente de abajo a arriba!!!

Del Tirreno al Adriático.

Desde Génova, siempre hemos sido acompañados por la Cordillera de los Apeninos a nuestra izquierda, pero si queremos cruzar la Península de Oeste a Este no nos quedará más remedio que atravesarla.
En Salerno buscamos sobre el mapa carreteras secundarias que nos dirijan a Bari - !ni una sola línea recta! -. Ya en la carretera comprobamos que las curveadas líneas no son otra cosa que reviradas carreteras que ascienden hasta los 1000 metros. Al cabo de tres jornadas nos presentamos en Matera.
La curiosa historia de Matera.

Lo que empezaron siendo simples grutas, acabaron convirtiéndose en hogares hasta crear un enorme complejo troglodita. Años más tarde, el gobierno entendió que aquello no reunía las condiciones necesarias para la vida humana y obligó a sus moradores a abandonar los sassis (casas excavadas en roca). Pero en 1993 la zona de los sassis fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco y lo que había supuesto una vergüenza, paso a convertirse en el mayor reclamo turístico de la zona. Quizá también, el que esta antigua ciudad se eligiera como escenario para el rodaje de "La Pasión de Cristo" contribuyó en parte.
Con el viento de culo completamos la última etapa hasta Bari, donde la Península itálica, de un enorme taconazo, nos enviará hasta Dubrovnik (Croacia). Atrás dejamos un país que nos ha ofrecido mucho más de lo que esperábamos. Sus hermosas ciudades, su abrupto litoral, su buen tiempo, y también sus cremosos helados, harán que nos llevemos un buen sabor de boca.

Campania. Por la faldas del Vesubio.

Si Nápoles nos pareció un caos, el camino que desde éste nos conduce hasta Pompeya, nos confirma todas nuestras impresiones.
De bote en bote por un torturador adoquín - a mi la París- Roubex!!- llegamos a las ruinas de la antigua Pompeya. Gracias a la capa de ceniza y piedra que hace casi 2000 años sepultó la ciudad, ésta se conserva "intacta".
Tras la visita a las ruinas nos dirigimos a uno de los parajes naturales considerados por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad : la costa Amalfitana.
Una sinuosa carretera colgada literalmente de los acantilados, recorre cada uno de los pueblos desde Sorrento hasta Salerno.
  Este paraíso nos suplica que nos quedemos, quizá porque hasta nuestros oídos llegan los cantos de las sirenas que la mitología griega sitúa en esta zona. Pero al igual que Ulises, haremos oídos sordos pues nuestro camino debe continuar antes de que el Vesubio despierte de su letargo.

Mala fama o realidad??

En muchas ocasiones tan sólo conocemos la parte negativa de determinadas ciudades, regiones o países. Nápoles precisamente no goza de la mejor de las famas y siempre la relacionamos con la mafia y la camorra. Nosotros paseamos con toda tranquilidad por sus calles pero al día siguiente de nuestra marcha aparecía la siguiente noticia en los periódicos:

Nápoles, la cuidad sin ley.

A los pies de uno de los volcanes más temidos se asienta ésta bulliciosa ciudad. Cuna de la pizza y de la mafia, paseando por sus desordenadas calles uno creería más bien , que se encuentra caminando en cualquier gran ciudad del sudeste asiático : tiendas y tenderetes con toda su mercancía afuera, motocicletas con tres a bordo en sentido contrario (por supuesto sin casco), peatones por la calzada, vehículos por la acera, autobuses abarrotados. En resumen,una ciudad en la que parece que nada puede funcionar y sin embargo funciona.

Localizando exteriores.

Intentando reajustar nuestra economía, después del varapalo de los hoteles de las grandes ciudades, buscamos lugares en donde colocar nuestra pequeña casa de campo. En un litoral (entre Roma y Nápoles) atestado de playas privadas, chiringuitos,... la tarea de localizar buenos exteriores no va a ser cosa fácil. Pero una vez más parece que llevamos la virgen con nosotros. A un laguito con área de picnic la primera noche, le sigue una terracita en unos acantilados con vistas al mar y a ésta, una ermita con área de esparcimiento a apenas 30 km. de Nápoles.
Qué las cosas continúen así!

Todos los caminos conducen a ...

Si bien es cierto que todos los caminos conducen a Roma, el nuestro es un punto y seguido en la ruta. Aunque dicen que se necesita toda una vida para visitarla, no hemos querido perder la oportunidad de dedicarle un par de días a conocerla.Y confirmando la teoría del mismísimo Gila: "no se lo que ven en esta ciudad que está toda rota", aunque precisamente ahí es donde está el encanto.

La Toscana.

Abandonamos el Mediterráneo que nos ha venido acompañando las últimas semanas y nos adentramos en una de las zonas más visitadas de Italia. Y razones no le faltan, pues a su hermosa campiña hay que sumarle, quizá, las ciudades más hermosas del país. Una a una vamos recorriendo: Lucca, Pisa, Florencia, Siena... Dejamos a un lado las iglesias, catedrales y museos (en la que cientos de turistas esperan largas colas) y nos dedicamos a vagar sin rumbo por sus encantadoras calles.
Pero no solo nos llena de admiración lo creado por el hombre. Una noche camino de Florencia, colocamos la tienda junto al campo de fútbol del pueblo de Bassa. Tras una sabrosa cena a base de pasta fresca rellena de hongos y a medida que va oscureciendo, empiezan a volar a nuestro alrededor cientos de luciérnagas de luz intermitente. Esa noche tendremos nuestros particulares fuegos artificiales.
Al sureste de Siena pedaleamos por la Crete, una zona de pequeñas colinas herbosas en la que únicamente, solitarios cipreses dan algo de relieve al terreno. Esa carencia de vegetación, nos permite observar varias parejas de faisanes campando a sus anchas, los cuales sólo echan a volar cuando ponemos pie a tierra.
A medida que pedaleamos hacia el sur, las suaves colinas se convierten en montañas cubiertas de robles y castaños.
Nos despedimos de la Toscana de la mejor manera posible: un bañito en las aguas termales de Saturnia y una botella del famoso vino de la región para celebrarlo.
P.D. La Toscana ofrece multitud de posibilidades para la bici: bellas ciudades, pintorescos pueblos y carreteras poco transitadas (algo difícil de conseguir en Italia).

Vengo de Pisa y corriendo...


Liguria Oriental.

Una breve visita a Génova y continuamos pedaleando por una costa que se adivina montañosa.
En Recco, buscando un lugar en donde pasar la noche coincidimos con Gottfried y Lutz. Un par de alemanes que en su peregrinación de Roma a Munich, viajan en un artilugio a pedales que jamás habíamos visto. Todos juntos nos alojamos en una sala prestada por el cura local. Lutz sufre de parálisis cerebral, pero esto no le impide viajar con su colega Gottfried. Éste nos cuenta sus odiseas por Europa, nosotros nuestros viajes y todos compartimos al fin comida y hedores (segundo día sin ducha por nuestra parte y enésimo por parte del equipo contrario).
Nos despedimos de los alemanes pero también de Bera. Nuestro amigo cuenta con menos tiempo y necesita apretar el acelerador en su intención de llegar a Estambul. Nosotros continuamos piano piano explorando cada rincón de este litoral.


Parque Nacional de Cinque Terre.
Concedemos un día de descanso a nuestras bicicletas, nos calzamos las zapatillas y la mochila y nos vamos a conocer uno de los rincones naturales más bellos de Italia de la mejor forma que se puede realizar: caminando. Entre terrazas de vides y olivos, un espectacular sendero va uniendo cada uno de los cinco pueblos que dan nombre al lugar. Estos se encuentran literalmente colgados sobre el mar, convirtiéndolo en un paseo impresionante. Nuestras piernas endurecidas de tanto pedaleo acusan el cambio de actividad. Nos sorprende también, el numero de personas que a principios de Mayo y entre semana, realizan la caminata. Que puede ser en verano ???

Para rematar la faena un buen chapuzón en la playita de Monterosso.

Liguria Occidental.

Dejamos atrás un par de días lluviosos y tristes con los que ha querido despedirse Francia y entramos en Italia con el mismo tiempo estival que venimos disfrutando a lo largo del viaje.
Una costa con ligeros sube y bajas por los que resulta agradable pedalear, además coincidiendo con el fin de semana, nos cruzamos con centenares de ciclistas, eso sí, de punta en blanco.
En el castillo-albergue de Finale Ligure, conocemos a Kohei, un joven japonés que pedalea en dirección contraria en su periplo por Europa. Cuando tratamos de explicarle nuestros planes de viaje, así como los kilómetros a realizar, enseguida y como buen japonés saca la cuenta de que llevamos la décima parte del kilometraje estimado.
Puestos a observar datos objetivos, compruebo sobre el mapa que nos encontramos en la zona más septentrional de la ruta, por lo que a partir de ahora, solamente nos resta descender (aunque sólo sea en latitud).
Tres jornadas de pedaleo nos conducen hasta Génova.